jueves, 2 de abril de 2009

VAMPIRO DE SANGRE CALIENTE.

Como si Bram Stoker y Alberto Migré hubieran tenido un hijo, Sudamérica tiene ahora vampiros propios. Chayanne da vida a Gabriel, el príncipe de las tinieblas latinoamericano, un ser tenebroso retratado de mil maneras diferentes, pero que ahora, en la versión latina, seduce y enamora por igual.

Gabriel – amor inmortal nace del mismo germen que la historia original de Drácula: la venganza.
Tras la presentación, donde Chayanne cuenta en off por qué es vampiro, la historia nos ubica en una América colonial acosada por conquistadores genocidas.
Para sorpresa de muchos en el país, el gran malvado de la historia es ni más ni menos que “El Puma”, José Luis Rodríguez.


En esta época donde el continente aún se arrodillaba a las potencias Europeas, nace la historia de amor entre Gabriel y Eva. Pero la muerte prematura de la doncella en manos de Pizarro (“El Puma”) llevan a que su amado venda su alma al diablo con el afán de vagar por toda la eternidad para reencontrarse con su amada.

Los saltos argumentales de la historia recorren tres puntos: 300 años atrás donde la historia nace, el presente, donde Gabriel lucha por ese reencuentro, y una conversación al estilo Entrevista con un vampiro que el personaje de Chayanne tiene con un cura para poder tener un motivo para llevar el hilo de la trama.

La producción de Gabriel – amor inmortal no es tampoco nada de otro mundo: realizada para el mercado latino estadounidense, la miniserie no está a la altura de las estereotipadas producciones “hollywoodenses”. Los efectos especiales no son de una película de Spielberg pero tampoco son como los de la versión de Drácula que hace 15 años atrás protagonizó Carlos Calvo.

Chayanne, como no puede ser de otra manera, es un vampiro moderno que usa camperas de cuero y anda en autos deportivos. Es también un justiciero, ya que aprovecha su inmortalidad para proteger a los inocentes, golpeando gangsters y pandilleros que se cruzan por su camino.
Pero al mismo tiempo es un depresivo crónico, se cuenta más de la historia con los relatos en off que con las imágenes. Además, los diálogos cortados por insistentes silencios no invitan a la reflexión, sino al zapping.


El suspenso en Gabriel – amor inmortal puede ser lo que más seduzca al televidente; aunque el pesimismo y el estado depresivo con el que está cargado el personaje principal pueden llevarlo a dormirse en su sillón preferido si Telefe abusa del horario.

FUENTE. http://www.television.com.ar

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